lunes, 25 de marzo de 2013

Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida



Por Alejandro Benítez


En el primer capítulo del libro Del sentimiento trágico de la vida, escrito por Miguel de Unamuno[1] define al hombre como un ser de carne y hueso, es decir, como un ser concreto.
El hombre es un ser que nace, sufre, muere, come, bebe, piensa, quiere, etc. Sin embargo, existen otras formas de concebir al hombre, por ejemplo: el contratante social de Rousseau, el homo economicus de los manchesterianos,[2] el homo sapiens de Lineo, entre otros. Con lo ya mencionado, Unamuno afirma que el hombre es un ser concreto y por consiguiente es el supremo objeto de toda filosofía. Es importante saber, que la filosofía “responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción.”[3]
El hombre es un animal racional, pero también es un animal afectivo y sentimental pues esto es una característica que lo diferencia de los demás animales. Esto quiere decir que lo más importante para un filósofo es el hombre. Por ejemplo, al leer la Crítica de la razón práctica escrita por Kant[4] se deduce la necesidad de postular la existencia de Dios, de la inmortalidad del alma, la libertad. También hace mención sobre el imperativo categórico, éste “nos lleva a un postulado moral que exige, a su vez, en el orden teológico, o más bien escatológico, la inmortalidad del alma, y para sustentar esta inmortalidad aparece Dios.”[5] Con ello se quiere dar a entender que lo más importante para un filósofo es el ser humano, pues todo debe girar en torno a él.
Posteriormente Unamuno menciona que lo que determina a un hombre, lo que le hace un hombre, uno y no otro, el que es y el que no es, es un principio de unidad y un principio de continuidad. “Un principio de unidad, primero en el espacio, merced al cuerpo, y luego en la acción y en el propósito.”[6] Por ejemplo, cuando una persona mira, no ve un ojo al norte y el otro al sur. Ahora bien, es en cierto sentido un hombre tanto más hombre, cuanto más unitaria sea su acción. Cuando el filósofo español habla acerca de la continuidad toma como referencia a la memoria, ésta es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo. Con ello se puede decir que se vive en el recuerdo y por el recuerdo, “y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir.”[7]
Otro de los temas que abarca el texto es sobre la personalidad, ya que hay personas que desean ser otros. Querer ser otros es querer dejar de ser uno el que es. “Más de una vez se ha dicho que todo hombre desgraciado prefiere ser el que es, aun con sus desgracias, a ser otro sin ellas.”[8]Ahora bien, a ningún hombre y a ningún pueblo se les puede exigir un cambio que rompa la unidad y la continuidad de su persona. Sin embargo, hay ciertos individuos que cambian de personalidad; pero es sólo un caso patológico y como tal lo estudian los alienistas. En dichos cambios de personalidad, la memoria, base de la conciencia, se arruina por completo, y sólo le queda al pobre paciente, como sustrato de continuidad individual, esto es el organismo físico.
En efecto, todo lo que conspire a romper la unidad y la continuidad de la vida del hombre, conspira para ser destruida. Por eso el filósofo español señala que “todo individuo que en un pueblo conspira a romper la unidad y la continuidad espirituales de ese pueblo, tiende a destruirlo y a destruirse como parte de ese pueblo.”[9] Entonces, se puede decir que el hacerse otro, rompiendo la unidad y la continuidad de la vida, es dejar de ser el que es, o sea, es simplemente dejar de ser.
De lo ya mencionado surge una pregunta: ¿qué otro llenaría tan bien o mejor que yo el papel que lleno? La respuesta es el prójimo. Partiendo desde la perspectiva de Kant se debe considerar al prójimo, es decir, a los demás hombres que se encuentran en la misma realidad que yo. Empero, no se les puede tratar como medios, sino como fines. Pues no se trata de un solo hombre, más bien de cada uno.
El conocimiento es tema fundamental del hombre de carne y hueso, ya que todos los hombres se empeñan por su naturaleza a conocer, ya que es necesario para sobrevivir. Según Unamuno hay dos tipos de conocimiento que son el inconsciente (es común al hombre con los animales) y el conocimiento reflexivo (el conocer del conocer mismo).
El conocimiento está al servicio de la necesidad de vivir, y primariamente al servicio del instinto de conservación personal. “Y esta necesidad y este instinto han creado en el hombre los órganos del conocimiento, dándoles el alcance que tienen.”[10] Cabe decir, que el instinto de conservación es el que hace la realidad y la verdad del mundo perceptible. Ahora bien, la existencia objetiva es, en nuestro conocer, una dependencia de nuestra propia existencia personal.
Lo que se ha tratado de mencionar en este escrito es que que la filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Cabe decir, que algunos pensadores han hecho filosofía, pero está alejada de la concepción de lo que es el hombre. Es decir, un hombre concreto de carne y hueso.
Bibliografía:
De Unamuno, Miguel, Del sentimiento trágico de la vida, Buenos Aires, Losada, cap I: “El hombre de carne y hueso “; capII: “El punto de partida“; Cap III: “El hambre de inmortalidad“; ”La disolución natural.”
 

[1] A fin de dilucidar la oposición entre la afirmación individual y la necesidad de una ética social. El dilema planteado entre lo individual y lo colectivo, entre lo mutable y lo inmutable, el espíritu y el intelecto, fue interpretado por él como punto de partida de una regeneración moral y cívica de la sociedad española. Él mismo se tomó como referencia de sus obsesiones del hombre como individuo. "Hablo de mí porque es el hombre que tengo más cerca."
[2] La Escuela de Manchester -también manchesterismo, liberalismo manchesteriano o capitalismo manchesteriano- fue una escuela económica y movimiento social y político librecambista y antiimperialista con origen en la ciudad británica de Mánchester. Estaba ligada a la Cámara de Comercio de Manchester sobre todo durante el período 1825-1845, y encabezada por Richard Cobden y John Bright.
[3] De Unamuno, Miguel, Del sentimiento trágico de la vida, Losada, Buenos Aires, pág 8
[4] En el pensamiento de Kant suele distinguirse un período inicial, denominado precrítico, caracterizado por su apego a la metafísica racionalista de Wolff y su interés por la física de Newton. El sistema fue desarrollado por Kant en su Crítica de la razón práctica, donde establece la necesidad de un principio moral a priori, el llamado imperativo categórico, derivado de la razón humana en su vertiente práctica; en la moral, el hombre debe actuar.
[5] De Unamuno, Miguel, Del sentimiento trágico de la vida, Losada, Buenos Aires, pág 10
[6] Ibidem pág. 13
[7] Ibidem pág 32
[8] Ibidem pág 36
[9] Ibidem pág 37
[10] Ibidem pág 49.


fuente:  http://textosfil.blogspot.com/2012/11/miguel-de-unamuno-del-sentimiento.html

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